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¿Perdemos olfato con los años?

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Con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que nuestro olfato ya no es tan preciso como antes, sobre todo a partir de los 30 años. ¿Perdemos olfato con los años?

El deterioro del olfato

El cuerpo humano es tan inteligente que posee la capacidad de ir reponiendo las células que va perdiendo a lo largo del tiempo. Sin embargo, a partir de los 30 años, esta regeneración celular empieza a perder fuerza y la muerte celular, cada vez tiene más protagonismo.

Perder olfato con los años es un proceso normal. No obstante, más allá de la vejez, en ocasiones puede ser señal de otro tipo de trastornos, a los que debemos prestar especial atención.

El olfato es mucho más importante de lo que pensamos y está directamente relacionado con el sentido del gusto.

Las consecuencias de perder el sentido del olfato

Cuando el sentido del olfato no funciona correctamente, inevitablemente, la vida de las personas afectadas sufre cambios importantes.

El olfato es fundamental, ya que nos alerta de posibles peligros, por ejemplo, cuando se produce un incendio, si en nuestra casa hay un escape de gas, si en la nevera tenemos productos caducados que no debemos consumir, etc. No oler bien, aumenta el riesgo de sufrir accidentes domésticos por explosiones o inhalación de gases.

Puesto que el olfato está directamente relacionado con el sentido del gusto, cuando este mecanismo falla, muchas personas empiezan a añadir sal y azúcar a los alimentos, alterando su dieta y dando lugar a enfermedades como la diabetes o la hipertensión arterial. además, la falta de olfato y gusto elimina el apetito y muchas personas pierden el peso que necesitan para mantenerse sanos.

Otras causas que pueden provocar una pérdida olfativa

Si la pérdida olfativa se produce de repente y perdura más de dos semanas, debemos visitar al médico de forma inmediata con el fin de descartar algunas alteraciones, como por ejemplo:

Otros trastornos más graves podrían deberse a:

Diabetes: esta enfermedad provoca la inflamación de las glándulas salivales, causando una pérdida del gusto, que está directamente relacionado con el olfato.

Tumores: un tumor cerebral o nasal puede obstruir el nervio olfativo y consecuentemente, afectar a este sentido provocando una pérdida.

Otras enfermedades: existen otras dolencias que pueden destruir los detectores olfatorios permanentemente o de forma puntual, como por ejemplo, la obesidad, el hipotiroidismo, los problemas dentales, la hipertensión, la sífilis o la hepatitis.

Además, la pérdida olfativa puede ser señal de algún trastorno neurodegenerativo, como el alzheimer, la esclerosis múltiple o el párkinson, ya que los pacientes que padecen estas enfermedades suelen perder el olfato antes de manifestar los síntomas propios de estas enfermedades.

Cuida tu olfato

Más allá del envejecimiento natural del cuerpo humano o de otros trastornos o enfermedades, existen otras causas que pueden dañar seriamente tu olfato:

Alimentos con grasa: llevar una dieta alta en grasas provoca una disminución en las neuronas sensoriales olfativas y la inflamación de la mucosa olfativa.

Radioterapia: los pacientes enfermos de cáncer ven su sentido del olfato alterado debido a la exposición de rayos X.

Medicamentos: algunos fármacos alteran el sentido del olfato, ya que éstos modifican o disminuyen la capacidad para detectar olores.

Consumo de drogas: el crack y la cocaína son muy perjudiciales para la nariz y el olfato.

Productos químicos: el uso constante de disolventes o insecticidas pueden dañar gravemente nuestro olfato.

Tabaco: una de las consecuencias más graves que sufren los fumadores es la pérdida del gusto y del olfato. Sin embargo, cuando dejan de fumar, estas capacidades se restablecen, recuperando poco a poco, ambos sentidos.

La contaminación ambiental y el polvo son otros factores comunes que alteran estos sentidos.

Ahora que ya sabes la importancia que tiene nuestro olfato en nuestras vidas y que perdemos olfato con los años, quizás te interese saber que los perros detectan tus emociones a través del olfato. Increíble, ¿verdad?